Un caleidoscopio es un tubo que contiene tres espejos, que forman un prisma triangular con su parte reflectante hacia el interior y el exterior de unas imágenes multiplicadas, simétricamente, mientras se gira el tubo y se mira por el extremo opuesto.

Como en Messi caben varios Messis, Lionel también es el reflejo del reflejo en un caleidoscopio, proveniente del griego “algo bello de observar”.

Con espejos de sí, Messi sigue siendo eso: una prohibida aventura de la libertad, en forma de colores albicelestes y azulgrana que son uno y son mil, al mismo tiempo.

El día que cumplió cien decenas de partidos jugados, lo hizo en una Copa del Mundo siendo el chiquito de Newell’s, que corre por una bicicleta y el adulto que lidera a Argentina en su quinto Mundial.

Hubo un exacto momento en que Messi se vio en sí mismo.

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Foto de Alamy Stock Photo

En su estela dejó un perfume de infancia. Perseguido por australianos, montando a caballo, Lionel salió galopante corriendo hacia atrás, mientras iba hacia adelante.

Lo hizo yendo hacia el pasado corriendo hacia el futuro con ese desplante de querer escaparse, de querer seguir siendo libre eludiendo a todos. Como antes. Como siempre.

Messi fue un vapor de nostalgia, hoy.

En ese fotograma, que cabe en una animación, Lionel fue de nuevo el que huye, el que se va, el que no quiere estar.
El que corre como corría, el que no camina mientras piensa o piensa porque camina.

Otra vez, el ‘10’ salió propulsado por el instinto y dejó a seis rivales en el camino, teniendo memorias de sí mismo.

Leonardo Faccio alguna vez lo juzgó con convencida irresponsabilidad: “Lejos del balón, Messi parece un clon sin baterías del jugador electrizante que todos conocemos. Un mal representante de sí mismo".

Y estaba sucediéndole, porque quería que le pasara.
Pero donde los Faccios ven clones, lo Valdanos observan pensadores, que mientras ven el pasto, hacen radiografías de lo que está por venir.

 

Cuando parece que no está haciendo nada, Messi cuenta a los rivales.
Después los resta.

Eduardo Galeano lo equilibró todo con su pluma justa y su mirada a través del cristal de lo romántico.
“Messi es un caso único en la historia de la humanidad,
porque es alguien capaz de tener una pelota dentro del pie. Siempre se dice que Maradona la llevaba atada, pero Messi la tiene dentro del pie y, eso, científicamente, es inexplicable”.

Contra Australia, Messi jugó el partido.
Eso casi se parece a haber jugado con y no contra los amigos de los koalas…

El día que cumplió mil Messis en uno, reflejados en un caleidoscopio, Lionel se hizo chico y grande con jugadas de infancia y de Mundial.
Y, otra vez, tuvo espasmos de sí.
De Messi.

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